DESPERTAR ESPIRITUALMENTE





Lo que sucede en el mundo de la espiritualidad es dramático, algo que no ocurre en el mundo de la ciencia, del arte o de cualquier rama del saber.
En el mundo siempre han existido grandes maestros espirituales a quienes respetamos y admiramos porque alcanzaron un elevado estado de conciencia y de amor por la humanidad. Sin embargo, sus enseñanzas se encontraron con un grave obstáculo para su propagación, y es el de los seguidores.

Mientras que los alumnos de un científico se dedican a investigar y comprobar, y los de un artista a crear nuevas obras de arte poniendo en práctica lo aprendido, quienes aceptan una doctrina espiritual se contentan con convertirse en simples seguidores: “yo sigo a Jesús de Nazaret y me llamo cristiano”, “esta persona es nuestro maestro y vamos a venerarlo y a propagar sus ideas”, etc., etc.
Los seguidores se contentan siempre con difundir las enseñanzas, crean iglesias y organizaciones pero, salvo contadas excepciones, no ponen en práctica las enseñanzas recibidas, quedan satisfechos con almacenarlas en su mente y se contentan con propagarlas. Esa es la gran tragedia que existe en el mundo de la espiritualidad.
Los seguidores son personas que se mueven en el mundo de las creencias y eso les incapacita. Debemos dejar de ser “imitatus” y convertirnos en “adeptus”, en personas con conocimiento espiritual propio. En realidad, esto es por lo único que merece la pena vivir.
Si observamos nuestra vida, todos somos seguidores en mayor o menor grado, todos tenemos creencias espirituales y a todos nos falta mucho por vivenciar en el terreno espiritual.
Hay dos clases de sabiduría, la doctrina de la mente y la doctrina del corazón. La doctrina de la mente es para quienes se contentan con las teorías espiritualistas y con las creencias. La doctrina del corazón es para aquellos que ponen en práctica las enseñanzas que reciben y las van experimentando en sí mismos.
A la doctrina de la mente pertenecen la inmensa mayoría de los miembros de las escuelas espiritualistas. A la doctrina del corazón los iniciados y maestros de la Fraternidad Universal Blanca.
Los simples seguidores son de conceptos variables porque su saber es tan sólo del intelecto, algo superficial y sin valor. Ese saber robustece la mente, y la mente es guarida del deseo: piensa, analiza, saca conclusiones y al final se equivoca. La mente jamás podrá llegar a conocer la Verdad.
Quienes practican a fondo las enseñanzas dadas al mundo por los grandes Maestros de la Humanidad, entonces las experimentan y desarrollan capacidades espirituales desconocidas por el común de las gentes, siempre escuchan y tienen en cuenta la voz del Maestro Interno. La doctrina del corazón es la que abre las puertas a la verdadera sabiduría.
De nada sirve creer o dejar de creer porque el hombre sólo sabe aquello que experimenta. Los seguidores son y seguirán siendo personas de conciencia dormida pues nada espiritual puede desarrollarse en su interior, precisamente por ese conformismo con las creencias.
Es necesario dejar las creencias y esforzarse por vivenciar, por experimentar dentro de sí mismos las verdades que transmitieron los grandes Maestros de la humanidad, siendo la más importante de todas la eliminación de los vicios, defectos y maldades que todo ser humano lleva dentro, pues sin esa eliminación o muerte de los defectos jamás podrá haber transformación verdadera en nosotros.

Extraido de http://theawakeningconsciousness.com/